La guerra civil española
estalló el día 18 de Julio de 1936 a causa del
alzamiento militar del día antes de los rebeldes liderados por
el General Francisco Franco. la guerra duró un total de 3 años,
los cuales fueron muy duros y devastadores sobre todo para el bando perdedor,
los republicanos. Ésta es la historia de la mujer de un
gran soldado republicano la cual se vio obligada a vivir y a cuidar ella sola
de su único hijo, bueno, sola excepto de un único
día. El alzamiento militar de los rebeldes
fue causa de sorpresa para la Segunda República la cual no pasaba por su mejor
momento, ni político ni económico. En poco tiempo, el lado rebelde
o como ellos se hacían llamar, el bando nacional, ocupó
muchos
territorios poco poderosos y los republicanos con su ejército
apoyado por el pueblo el cual decidió colaborar formando milicias como a ejército
paralelo formado por ciudadanos de a pié y no por soldados experimentados.
Uno de los soldados del ejército
español y republicano fue el señor
Enrique Martínez, padre de un niño pequeño
llamado también Enrique que vivía en Barcelona con su querida madre.
El señor Martínez fue enviado al frente de Teruel a
mediados del 1937 para luchar contra los rebeldes y defender, por encima de
todo, a la República. El señor Martínez
estaba casado con la encantadora señora García
(madre del precioso niño de 1 año,
Enrique), la cual tras verse obligada a cuidar y mantener sola y en condiciones
a su pequeño hijo, decidió aceptar un trabajo de ama de llaves a
la otra punta de la ciudad, y al no poder llevarse a su hijo al trabajo, con la
ayuda de colchones y gruesas mantas, construyó un
pequeño refugio en el salón de su casa en el que dejar a su
hijo durante el día. Era época de bombardeos a la ciudad y la
casa donde residían la señora García y
su hijo estaba mu cerca del núcleo de encuentro de muchos de esos
bombardeos, pero, a su vez, también era época
de gran miseria para el pueblo llano por lo cualquier forma de obtención de
ingresos era bienvenida cosa que hizo que, pese al peligro de los bombardeos,
la señora García se vio forzada a dejar a su hijo en
ese refugio casero de colchones y mantas aunque le pidió
a
sus vecinos que le hicieran una visita al niño de
vez en cuando para ver si estaba bien y para darle algo de comer.
Llegó un
momento en que la miseria a nivel sentimental y emocional (la melancolía de
tener a su marido seguro y cerca, en sus brazos y con su hijo) era tal que la
señora García tomó una firme
y concisa decisión: visitar a su amado esposo al frente de Teruel, sola y
con su hijo en brazos. Como no tenía coche ni tampoco muchos ahorros
decidió ir a pie hasta la carretera más
cercana a su casa y hacer auto-stop preguntando si la podría acercar
a Teruel. Finalmente y tras unas largas horas de espera, coincidió
con
un camionero de mediana edad que se dirigía a Teruel con el objetivo de
realizar unas entregas, por lo que no tenía problemas con ayudar a la joven
madre. La señora García le explicó
al
amable camionero su amarga situación y sus intenciones respecto al duro
viaje hasta Aragón.
Fue un viaje muy largo y muy duro ya
que se vieron obligados a parar en varias ocasiones para comer y repostar
gasolina, cosa que supuso que el viaje durara algo más de
24 horas. Finalmente llegaron a Teruel dónde los destinos del camionero y el
de la señora y el pequeño Enrique se bifurcaban. La señora
se dirigió directamente hacia las tiendas del frente dónde,
en un inicio, no vio a su amado esposo. Muy preocupada se dirigió
directamente
al pequeño cuartel del General responsable de ese frente para
comentarle su duro viaje y su necesidad de ver a su marido. el General le
permitió dicha visita aunque solo por una noche.
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